lunes, 12 de julio de 2010

El oro es para los codiciosos



En las culturas antiguas era necesario revestir de metales preciosos a las máximas autoridades para convencer a la masa de su condición de enviados divinos, de deidades con forma humana. El oro, por supuesto, generaba el impacto esperado: la plebe se estupidizaba ante ese metal resplandeciente como el sol. (Aquí sabrás por qué el 'Cacha' es la excepción a este regla).

Con los años nada ha cambiado. Los poderosos (léase la FIFA) prefieren bañar en oro a los que le asegurarán la pleitecía del mundo entero (léase mejor publicidad, marketing y, por ende, muchos billetes). Los nuevos 'dioses' se siguen disfrazando con un metal tan brilloso como embustero (léase Balón de oro), pero no todos se comen el cuento.

Nadie duda de la capacidad de David Villa o del excesivo talento de Wesley Sneijder. Tampoco olvidemos a Arjen Robben, Andrés Iniesta o Xavi Hernández. Negar la grandeza de estos futbolistas sería un acto canallezco. Sucede, sin embargo, que aun vestidos con el oro de la FIFA, ungidos como los inmortales del fútbol por la bendición de alzar la Copa del mundo, no los convierte en los mejores.

El 73 por ciento de 500 millones de personas al rededor del mundo entero (cifra oficial de los televidentes) no podemos estar equivocados. Si antes del partido por el tercer lugar, Diego Forlán ya era elegido como el mejor jugador del Mundial en una votación masiva, después de lo hecho ante Alemania, ya no hay sitio para la discusión. Así Sneijder campeone, así Villa se esfuerce por ser el goleador del Mundial. Todo será en vano.

Sin necesidad de hacer un manifiesto en favor del 'Cacha', hay dos argumentos de peso que lo colocan por encima del resto: 1). Capacidad de liderazgo. Estandarte de una selección de segundo orden mundial (que nadie se ofenda), en los momentos claves fue contundente cuando el margen debía ser nulo. 2). Magia y talento. Repasen sus goles y el contexto en el que se dieron. Las letras sobran. Basta un click en el youtube.

Al 'Cacha', sin embargo, no le importa ser una deidad (ese remate al travesaño en el último minuto ante Alemania lo humaniza más que nunca), ni ser el número uno elegido por un grupo de periodistas eruditos con credencial oficial. No necesita ser revestido en oro para que la masa quede anonada ante él. Al estilo de Mano Chau, Diego sabe que no todo lo que es oro brilla. Lo codicia no lo enceguece.

Y aunque la modestia le dicte guardar silencio, otros sí podemos decir por él que es el mejor. Con o sin Balón de oro, sin medalla de bronce, sin Copa del Mundo, sin la fama exagerada de otros, Diego Forlán ganó este Mundial.



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